CIENCIA FICCIÓN
Natalia Castro, Langreo
La literatura de ciencia ficción nace en el siglo XIX  de la mano, principalmente, de tres autores Mary Shelley, Jules Verne y H. G. Wells.

Se considera "Frankenstein" de Mary Shelley (1818) la primera obra de ciencia ficción. Las razones aducidas a favor de esta tesis son que, en esta obra, es ciencia y no magia la que se utiliza para crear una vida artificial. Aunque el contexto literario de Frankenstein sea el de la novela gótica,- y Frankenstein conserva el tono fantástico y el aire poético propio de este género- la temática se aleja de lo mágico y lo sobrenatural para plantearse el poder y los límites de la tecnología. Además Mary Shelley legará al género que inaugura dos de sus tópicos más
recurrentes: el científico loco y la creación de vida artificial.


Jules Verne (1828-1905), el autor elegido por la mayoría de los críticos como el padre de la ciencia ficción. Verne concibe el proyecto de crear la literatura de la edad científica, vertiendo todos estos conocimientos en relatos épicos, ensalzando el genio y la fortaleza del hombre en su lucha por dominar y transformar la naturaleza. Alguna de sus obras más famosas son: De la Tierra a la Luna, 20.000 leguas de viaje submarino o La vuelta al mundo en 80 días. 


El  tercer gran autor del XIX es H.G Wells (1866-1946),
En la extensa obra de Wells, encontramos esbozados gran parte de los temas que nutrirán posteriormente al género: el científico loco y la creación de vida artificial en La isla del doctor Moreau,  primer contacto con formas de vida extraterrestres (La guerra de los mundos) y viajeros en el tiempo (La máquina del tiempo).
En La máquina del tiempo (1905), el protagonista, inventor de una máquina para remontarse por el tiempo, desemboca en el año 802.701. El explorador entra en contacto con los “elois”, humanos desprovistos de sentimientos cuyo nivel intelectual es el de un niño de cinco años. Son exclusivamente frugívoros, viven en grupo y desconocen el trabajo. En la Tierra existen otros humanos, los “morlocks”, que son los descendientes de los obreros del pasado, mientras que los “elois” descienden de los amos que, liberados durante milenios de la necesidad de luchar y trabajar, han ido degenerando poco a poco. En una parodia de la lucha de clases, los morlocks se comen a los elois. Sin embargo, este no es todavía el destino definitivo de la humanidad, el viajero hace aún otro viaje al futuro del futuro, hasta treinta millones de años, donde toda vida ha desaparecido.


A pesar de ser tres autores muy distintos, Shelley, Verne y Wells, comparten una imagen de la ciencia y de la tecnología muy similar: En primer lugar, en sus novelas la figura principal no es un científico o un técnico, es un inventor. Un inventor es alguien que lo hace todo por si mismo, domina la teoría y pasa a aplicarla con sus propias manos. En estas primeras obras de ciencia ficción, la tarea científica está representada como eminentemente individual, hay ayudantes y subordinados, pero no verdaderos equipos. Y si el protagonista es el inventor, el resultado de su acción son los inventos, fundamentalmente artefactos.

En ocasiones los inventores aparecen como seres solitarios y excéntricos (Victor Frankestein, el capitán Nemo, el doctor Moreau, el Viajero del Tiempo…) alejados de la humanidad por el alcance de sus visiones. Sus conocimientos y su trabajo resultan tan extraños que, algunas veces causan pavor y provocan su exclusión social. Son los “científicos locos” que representan el riesgo de desatar fuerzas que después son incapaces de controlar.  

UN MAESTRO EN LA CALLE


Langreo, Joaquín Fernández

En la antigua Roma los maestros daban sus clases en la calle si, cosa al parecer nada infrecuente, no tenían un local ad hoc ni dinero con que alquilarlo, y cobraban directamente de sus alumnos (toquemos madera profesores y alumnos). Por lo que aquí cuenta Marcial no debían de gozar de muy alta estima social (volvamos a tocar madera -esta vez los profesores). Por cierto, Marcial, aunque era de Calatayud, escribía en latín -lo digo por si a alguien le suena esto último (y ahora vamos a tocar madera solo Mª Antonia y yo).




¿Qué tienes contra el barrio, criminal
maestrillo de escuela y enemigo
de niños y muchachas por igual,
que atruenas ya entre azotes y castigos
y aún no se han despertado las gallinas?
Tan bronca es, comparada contigo,
la radial de un peón en una esquina,
y es más suave el rugido de una hinchada
si en el derby golea a su vecina.
No exigimos dormir la mañanada
pero sí, por lo menos, pegar ojo:
da vacaciones a la muchachada.
¿O es que quieres, cotorra, por callar
lo mismo que te embolsas por berrear?


Marco Valerio Marcial, Epigramas, IX, 68. Versión (libre) de Joaquín Fdez.